Trabajar desde casa, investigar para una tarea usando internet, cargar nuestro dispositivo móvil, y preparar una salsa usando una licuadora son algunas de las actividades más comunes en el hogar del mexicano promedio y para todas ellas se necesita energía eléctrica. Esta cotidianeidad nos puede llevar a pensar que en todas las casas y lugares de trabajo de nuestro país existen focos, licuadoras, refrigeradores y enchufes funcionales, pero en realidad hay zonas del país donde, por sus condiciones geográficas, aún no cuentan con acceso a la electricidad y siempre han sido iluminadas por el sol hasta que cae la noche, cuando se alumbran gracias a velas o linternas, en los casos más afortunados. Pensando en estas comunidades y la posibilidad de mejorar su calidad de vida a través de energía renovable, la Fundación Iberdrola México puso en marcha el programa Luces de Esperanza.
Esta iniciativa social ha llegado a localidades cuya ubicación ha imposibilitado la instalación de cableado eléctrico tradicional. Para resolver esta situación, en conjunto con la empresa Iluméxico, instalamos paneles solares que dan servicio a hogares, centros de salud o escuelas. Así, los beneficiarios pueden usar aparatos como electrodomésticos, televisores, celulares o computadoras, pero también disfrutar de la luz eléctrica en las noches, permitiéndoles extender sus actividades productivas y recreativas.
En 2019, Luces de Esperanza llegó a comunidades de la Huasteca Potosina y este 2020, cumpliendo con todas las medidas de seguridad necesarias ante la contingencia por la COVID-19, logramos llegar al municipio de Pochutla, ubicado cerca a la costa de Oaxaca, para instalar 95 equipos que proveerán de energía solar a hogares de nueve comunidades, beneficiando a 380 personas.
Historias de esperanza
Odilia Hernández ha vivido en la comunidad de El Zapotal toda su vida. El terreno donde actualmente vive junto a su esposo Félix y sus dos hijos, Camila y Eliazar, fue antes de sus padres. Al contraer nupcias con Félix, los dos acordaron vivir en dicho lugar, a pesar de no contar con el servicio de luz eléctrica. Hoy en día, además de habitarlo, la familia lo ocupa para criar aves de corral, así como otros animales que sirven para su negocio. Por supuesto que tanto espacio al aire libre también es aprovechado por los menores para jugar y pasar el tiempo que les queda después de ayudar con las labores del hogar y hacer la tarea. Una vez que cae la noche, ya sin luz natural alumbrándolos, lo único que queda por hacer es irse a dormir. Para los menores es importante aprovechar los momentos en que el sol ilumina su casa para poder realizar los trabajos escolares, al tiempo que Odilia avanza algunos pendientes del hogar.
Pero lo que más les ilusiona de tener energía eléctrica es la oportunidad de contar con un refrigerador pequeño para conservar sus alimentos perecederos por más tiempo y tener hielo hecho en casa, un pequeño lujo que les permitirá aplacar un poco el calor de su tierra natal. Hasta ahora, debían caminar hasta 500 metros para conseguirlo.
Además, Félix -un ávido lector que ocupa parte de su tiempo libre para disfrutar de sus obras favoritas- cuenta emocionado que ahora podrá leer pasajes de la Biblia antes de irse a la cama.
Y así, historias como estas se repiten en voz del señor Apolinar o Don Simón Carreño, quien -después de muchos años de ver desde su casa las luces de Pochutla por la noche- por fin podrá disfrutar de los grandes beneficios de tener electricidad en su hogar.